EMILIO GARCÍA. n LA BAÑEZA–La Bañeza tuvo el honor de contar el anterior fin de semana con la mon- tañera vasca Susana Ruíz Mostazo, diabética que enseñó a la gente con diabetes de La Bañeza que «los sueños no tienen cima». Lo hizo el anterior fin de semana en el local de la asociación ‘El Convento’, como ya recogimos en el periódico anterior. Pero esta semana hemos querido ampliar lo que nos contó, por si eres diabético y nos lees.
«Mis padres ambos tenían la enfermedad» comenzó diciendo. «Yo iba mucho al baño, perdía mucho peso… el turrón de Suchard lo devoraba… Así que mi madre me hi-zo la prueba de glucemia con 11 años y tenía más de 400. Me llevó al hospital, y confirmaron que te-nía diabetes» comenzó contando su historia, tras hacer una mención a Antonio Hierro, un compañero diabético y también deportista, que ha terminado la maratón de Sables (250 km. de resistencia por el de-sierto del Sahara).
Pánico a las jeringuillas
Susana confesó que ella tenía pánico a las jeringuillas, recordando los inicios de la diabetes –hoy hay más avances y nuevos métodos y modernos tratamientos para esta enfermedad «que me hizo ser más responsable y madurar muy pron-to… y perseguir mis sueños mucho antes.–»
«Empecé a hacer deporte. Yo quería correr, saltar, bailar… Me apun té a aerobic, pero no había formación adecuada sobre la enfermedad, y un día sufrí un percance. Me daba 300, y me quitaron de aerobic. Y me apuntaron a gimnasia de mantenimiento… con gente de mucha más edad. Unas señoras muy majas, pero yo no me sentía a gusto en ese grupo, quería hacer otras cosas, más adecuadas a mi edad, con gente de mi edad. Pero es que no me atrevía a hacer lo básico. Salía a correr unos kilómetros y llevaba el bolso lleno de azucarillos.»
«Gracias a mi marido, y su gran apoyo, he ido superando mis miedos a las glucemias. Yo quería ha-cer deporte… y me puse en manos de un endocrino para que me dijese cómo. Y empecé haciendo cosas sencillas: 300 metros de desnivel subiendo el Malmasín. Tardé horrores pero cuando llegué arriba actué diferente. Me emocionó todo aquello. Desde esa colina se veía el mar. Me encantó, y me dije ¿me voy a perder todo esto por tener diabetes?. Y la respuesta fue no.
Poco a poco tomé la decisión de que tenía que explorar más. Así que me fui a los Pirineos. Unos días antes de hacer esta ruta de los Pirineos estaba emocionadísima, pero sabía que tenía que ir. Marchamos y aquello fue maravilloso.He de reconocer que tuve un momento difícil el segundo día. Justo al inicio de la segunda etapa tuve una hipoglucemia muy fuerte. Pero he ido aprendiendo a base de ensayo/ error, ensayo/ error… Tenemos que entrenar probándolo todo: barritas energéticas, chocolatinas, etc.
Aventuras
Recuerdo que no paramos de mojarnos durante 10 días de caminata y pillé una bronquitis, pro eso no me echó atrás. De hecho tras estas pruebas en mi cabeza iban apareciendo otro tipo de retos. Un día ví a Calleja en televisión haciendo un trekking, y mi marido y yo nos miramos y nos dijimos ‘tenemos que ir’. Y fuimos. Es una forma de gritar al mundo en general que la gente con diabetes podemos.Hacemos muchos pequeños retos cada día para controlar la glucosa. ¿Por qué no hacer otro tipo de retos como escalar? Así que me decidí a intentarlo. Un trekking de 18 días. A pesar de no estar de acuerdo mi endocrina me apoyó. He de decíos que cambié de endocrino. El de la primera vez recetó comer pan, y lo cambié. Y mi nueva endocrina me puso sus peros, pero me apoyó. Los niveles normales de glucosa oscilan entre 80-100. Entrenando ando entre 150-200.
A partir de los Pirineos mis nuevos retos fueron el Himalaya y Nepal. Fueron retos que me obligaron a aguantar el mal de altura, la nieve, el frío, esfuerzos de muchas horas… A partir de cierta altitud disminuye el nivel de oxígeno un 50%, pero superamos estas pruebas gracias a la aclimatación, empezando por escalar otros picos menores.
De que acabé me emocioné porque me decían que no era posible. Por eso yo hago ahora estas conferencias, para demostrar que la gente con diabetes, sí podemos. «No me digas‘no puedo’,dime cómo puedo. Y eso se lo quiero transmitir a to-dos los niños, motivarles a perseguir sus sueños para que nadie deje su tratamiento por desmotivación, porque si les dices que no lo pueden hacer, que no pueden hacer cosas, al final lo dejarán.»
Tras el Himalaya y el Nepal mi reto fue Groenlandia. No es tan físico pero fue todo un reto ya que allí no hay refugios de montaña co mo en los otros dos. Aquello es hielo y esta- mos aislados.
Allí tuve otro fallo: no me llegaron los geles de glucosa. Calculé mal y no tenía suficientes. Y los sustituí por membrillo.
Otro percance que tuve en esta aventura fue tras ver una maravillosa aurora boreal, que es una tormenta solar, que al parecer des- controló mi glucómetro y mi monitor, y cada uno daba una lectura diferente. Yo estaba un poco asus- tada, cambiando las pilas, probándolo todo. Al final, de que pasó la aurora boreal, todo volvió a funcionar correctamente pero ¡qué susto!
En esta aventura tuvimos que navegar en kayac por las aguas heladas del océano Ártico donde si te caes al agua tienes 20 segundos para reaccionar antes de entrar en hipotermia. A parte está el problema de que los icebergs se dan la vuelta cuando ellos quieren, y te pueden arrastrar con ellos al agua. Nosotros vimos uno de estos momentos, pero afortunadamente desde la otra orilla.»
«Me quedé con ganas de volver a Nepal tras el terremoto, pero no pudo ser, y fui al Kilimanjaro.
En estas aventuras recorriendo paí ses, viendo porteadores, viviendo con ellos, conoces otras culturas y ves lo bueno y lo malo de la raza humana. Lo bueno es que aquellas gentes te lo dan todo. Lo malo es có mo están (situación de precariedad).
En este tipo de aventuras, sobre todo escalando grandes montañas, los montañeros aprendemos que darse la vuelta a tiempo puede ser salvarte la vida. Si no te has aclimatado bien a la altura, o a lo que sea, o no te encuentras en condiciones, lo mejor es dar la vuelta y retomar cuando estés bien. Allá arriba hay que estar al 100% y yo empecé con miedo esta aventura ya que poco antes había estado en el Hospital con unos fuertes vértigos. Pero aquella aventura estuvo llena de sensaciones. Ví las estrellas como nunca las había visto de brillantes, de luminosas. Y ví estrellas que nunca había visto. Esta aventura fue de noche, ya que hay que subir y bajar en un día. Así que empiezas a subir a las 11 de la noche para llegar al amanecer a la cima porque luego son otras 4 horas de bajada hasta el primer campamento, y otras cuatro hasta otro campamento que hay más abajo.
Es un momento de gran emoción porque ves el sol, porque has pasado un frío que ‘pela’, y porque sabes que ver el sol significa que estás cerca de la cima. El momento en el que más frío siente el montañero es el amanecer. Y vi el sol… y la emoción me embargó, como podéis ver en los momentos que plasmamos en fotos.
Susana terminó su charla proyectando varios vídeos de sus aventuras y hazañas por los lugares que acababa de contar. Habló de «los monitores continuos de glucosa
con parches que no te dicen los médicos, a los que hacen deporte, que existen. Y nos narró su vida, llena de felicidad y actividad física: «corro tres veces a la semana y sigo marcándome retos».«Los diabéticos tenemos sueños y podemos cumplirlos. No permitáis que os digan ‘no’ ‘no puedes hacer eso’ porque tienes diabetes.»
«Cuando yo subí a una de estas montañas me encontré con enfermeras que se dieron cuenta de mi enfermedad: no la escondáis nun-ca (la enfermedad al mundo), pero tampoco canséis con ella ni a la familia ni a los que están a vuestro alrededor. «Los diabéticos, por todas estas pruebas que nos tenemos que hacer a lo largo del día, controles, etc, llevamos una vida muy ordenadas y somos unas personas muy responsables… lo cual es muy positivo.»
Ilusión y a disfrutar
«Ir con ilusión y disfrutar del camino… y que los sueños no tengan fin» terminó Susana Ruíz Mostazo
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